Wednesday, July 15, 2009

Cuando el talento se pone a prueba (Curso de Arte Dramático en la Alianza Francesa de Miami)


Decididamente estos actores que se entrenan en el curso de Arte Dramático en español de la Alianza Francesa de Miami están siendo confrontados a una dura prueba.

Anoche tuvieron que hacer acopio de todo su talento para salir airosos de los ejercicios propuestos.

Y es que son tantos los poquitos que se deben tener en cuenta a la hora de actuar que, de a poco, uno se pierde entre tanto.

"Crear es recordarse", esta máxima parece concernir al actor más que a cualquier otro creador, porque la memoria es el corazón de su arte, ella es su instrumento y su materia prima.

Recordarse de que el que habla en escena como si hablara en la calle, es tan impreciso (por no decir ridículo) como el que habla en la calle como si hablara en escena.

Recordarse de que en escena no hay que ser verdadero, sino verosímil.

Recordar que si no proyectas, si no empleas tus resonadores, si no articulas, no suenas verosímil, aunque seguramente sonarás verdadero (para no decir natural).

Recordar que todas las emociones están en ti, y que antes de tratar de encontrarlas al exterior, es mejor buscarlas al interior de ti mismo.

Recordar que uno debe tener suficiente sensibilidad para mantener dispuestas las emociones vividas.

Recordar que uno debe tener el coraje de abrir sus gavetas interiores, tomar lo que necesita y cerrarlas lo más rápido posible.

Recordar que para trabajar con uno mismo se necesita inteligencia.

Porque sin sensibilidad no hay actores, pero sin inteligencia no hay grandes actores.

Es la inteligencia la que permite canalizar nuestra espontaneidad, la que nos lleva a escribir en el espacio, y no a garabatearlo como niños con sus crayolas.

Nuestros lápices de colores tienen un cerebro incorporado, es el dispositivo en la flor.

Por el momento la magia es intermitente, aparece como una hemorragia de luz cuando menos lo esperamos, como el ataque de nervios de Carolina ante lo noticia dada por Yes de la Cruz en "El día que te enteraste de la noticia".

Como la ladrona en serie de niños de Mayté, portando en sus brazos el cuerpo del delito.

Como el anciano medio ciego de Alejandro, al que le rompieron los lentes delante de la mirada alucinada de Yasbleidy.

Como la mujer actuada por Yalis, que se niega a hacer el amor con otras dos mujeres para realizar los fantasmas de su amante.

Como aquella memorable composición escénica en "La noche que nos drogamos con mercuro cromo".

El pecado de desespero en el teatro es el de querer saber sin pasar por el proceso de aprendizaje.

O el de pretender saber hoy lo que ayer supimos.

En teatro no existen los actores cultivados, sino los actores que se cultivan, porque el éxito de ayer no garantiza el de mañana, y sólo cuenta la próxima función, el próximo ensayo, la próxima lectura.

Al final lucían felices, reunidos en la terraza de la Alianza Francesa, incapaces de partir a sus casas, como queriendo prolongar al exterior los minutos vividos dentro de la sala.

Los actores felices suelen ser unos simuladores.

Simuladores de su vocación por el sufrimiento o de su felicidad aparente.

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