Saturday, April 17, 2010

TAL COMO LA VIDA MISMA




Sé muy bien cuándo me gusta un espectáculo: al otro día ando escribiendo sobre él, como si escribirle, escribirlo, también formara parte de mi oficio de escribir.

Cuando uno quiere saber si un espectáculo le gustó sólo tiene que preguntarse: ¿sentí emoción?

En "Talco" la hay y mucha.

En "Talco", como en "Chamaco" (la obra anterior del dueto de oro del teatro de Miami, para decirlo con Rosana López Cubas) hay un clímax, al final de la obra, un aplauso catártico y colectivo que emerge de la sala, como un magma interior que se nos viene.

Y esto se debe, ante todo, al elemento más importante del teatro: los actores.

Juan David Ferrer, que había dejado la escena caliente y la barra bien alto con "Chamaco", regresa con el rol de su vida.

Su interpretación de Máshenka la Dura debiera ser estudiada en las clases de actuación de cualquier ciudad que se respete, así los jóvenes actores aprenderán a encontrarles nuevas aristas a personajes tan llevados y traídos, que dan la impresión de que no se puede hacer nada nuevo con ellos.

Juan David planta un travesti tan humano, tan veraz, que amarra a su plexo la mirada colectiva y dispone de ella con gracia y (con)tensión, con la simplicidad de los grandes.

Ariel Teixidó ejecuta un Ruso bestial de humanidad, en un registro entre Yarini y Kowalski, al que sólo los intérpretes excepcionales tienen acceso.

Teixidó conmueve y dispone de la sala a su antojo, su voz resuena límpida y firme como la de un general incuestionable.

Su performance se ve tan segura, tan distante de aquella del monocorde personaje de "Al horizonte no se llega en una barca de papel", que en su fuero interno debe haber comprendido muchísimas cosas, en lo que concierne el trabajo de composición actoral.

El bailarín y barítono Norberto Correa convence la mayor parte del tiempo con su personaje de homosexualidad subrepticia y visceral, porque la esconde; sólo pierde fuerza en los momentos que la muestra, porque limita su interpretación a lo que el público ve.

Mientras el Cherna no muestra sus plumas es un personaje enigmático y fascinante.

Oneysis Valido es una de las buenas noticias de la temporada: más sangre joven para asegurar el relevo generacional de una profesión que puede cumplir años, pero no puede permitirse el lujo de envejecer.

Debutar en una producción dirigida por un director de referencia, con actores en estado de gracia, le será de un valor inestimable.

Su personaje faltó de profundidad, sobre todo en el primer acto, donde la violencia es tratada sin el debido crescendo y pasa demasiado rápido a un plano insoportable.

Pero la joven tiene mucho sentido de su centro de gravedad, y no escatima esfuerzos para sacrificarse al servicio del superobjetivo del espectáculo.

Nadie debe perderse este espectáculo, lo recomiendo sinceramente, porque es una música diferente en el concierto teatral de Miami.

"Talco" parece decir que Cuba tiene grandes méritos, y de manera recurrente, esos méritos constituyen sus desaciertos.

"Talco" parece decir que Cuba ha caído en su propia trampa, y para demostrarlo, "Talco" cae en la suya, como un buen hijo que predica con el ejemplo.

A pesar de que Alberto Sarraín se ha esmerado en repetir el carácter documental de la obra, y la explicitación de escenas sexuales, el espectáculo tiene un sublime registro metafórico en el que Beckett anda flotando como un ángel de la guarda: la Guanty vive en el exiguo y pestilente ámbito de una taza de inodoro.

La escenografía de Pyry Remírez, vuelve a ser como la de "Chamaco", de gran formato, digna de cualquier producción de Broadway, pero esta vez el diseño de luces no es tan imaginativo, como tampoco lo es la explotación que hace el director de las inmensas posibilidades de ese espacio.

La obra ha sido estructurada en dos actos, con un intermedio, pero el desequilibrio es flagrante, no sólo porque el segundo es mucho más corto, sino porque que no dice nada que no supiéramos.

Sarraín, con su gentileza de siempre, nos dijo a la salida del teatro que Melo se encuentra en estos días en Berlín.

Y esto es lo mejor que le pueda pasar al joven dramaturgo: darle oxígeno a su obra.

Que su discurso permanezca asfixiante, es su gran mérito, pero que no se quede enrarecido en lo anecdótico, a fin de cuentas, Cuba es el único lugar del mundo donde es noticia que los barrios bajos existen, y que el horror de la droga es un síndrome de inmunodeficiencia social.

Al frotarse con lo que está pasando en Alemania, Melo comprenderá que su obra se encuentra en resonancia con la de nuevos autores germanos como Pollesch, Schimmelpfennig, Richter, John von Düffel y muchos otros, que buscan a permanecer lo más cerca posible de las heridas del cuerpo social alemán.

Al igual que "Cara de fuego" (1997), de Mario von Mayenburg, una de las referencias de la nueva dramaturgia alemana, “Talco” termina en el clímax, con una escena que no tiene palabras.

Este recurso también fue utilizado en "Chamaco", esta vez el impacto en el público es aún más importante.

Melo descubrirá en Alemania la “starización” del director de teatro, allá uno de los grandes debates escénicos es que los autores desaparecen ante las egocéntricas puestas en escenas de los directores.

Si Sarraín se hubiera alejado más del texto, si hubiera dejado de adorarlo, si hubiera extendido sin miedo su talento de puestista, no hubiera incurrido en el error que consiste a tener una escenografía mayúscula, como la desplegada en el Teatro Abanico, en la que las escenas sólo ocurren en reducidos espacios.

Sarraín no interactúa de una zona a otra de su escenografía, se limita en su puesta en escena y eso trataremos de explorarlo en esta reflexión.

Por otro lado la elección de su banda sonora hubiera podido explorar más el infinito espectro de la música cubana actual.

Si Sarraín entrega un estreno apresurado, que por momentos raya en la chapucería (fallos flagrantes en las luces, banda sonora que se dispara, un perrito que se escapa hacia el público…), no es por otra cosa que por falta de ensayos, esas pifias menores serán resueltas hoy mismo.

Lo que es irreparable es el tiempo, el tiempo en que Melo y Sarraín debieron trabajar con un dramaturgo, en el sentido alemán del término, un tercer hombre a bordo que les ayudara, con su mirada exterior, a empastar el turbión dramático de la pluma de Melo, y su proyección en el espacio a cargo de Sarraín.

Es evidente que estos dos creadores, importantes en el paisaje teatral de nuestro tiempo, han querido reflejar el presente con una visión subjetiva, propia a cada uno, pero que en su conjunto encuentra un tono consternado, un color exangüe y un olor dudoso.

Sarraín, una vez que termina su loa admirativa hacia Melo (cada director la tiene con su dramaturgo fetiche) debe comprender que el texto de “Talco” y la dramaturgia de su autor en general recurren a influencias estéticas venidas de los medios audiovisuales, y la dirección falla a la hora de encararlas teatralmente.

No se puede permitir que la duda plane sobre el personaje que entra en la escena final: ¿es el Cherna o no?

Su puesta en escena carece del vuelo visual y la capacidad de resolución escénica que demandan estos textos veloces, que se convierten a su vez en frases definitorias de situaciones, que trazan los contornos de una figura y ya están en otro lugar, en otro plano.

Tales cambios necesitan de una asociación de los elementos fragmentados en la puesta en escena, de lo contrario la obra pierde fuerza, ritmo y se torna recurrente.

Melo utiliza un lenguaje dramático saturado de términos claves, en el que las frases y las tesis se imbrican, pero donde raramente son desarrolladas verdaderas reflexiones.

Esto se explica en primer lugar por el hecho que sus personajes no se escuchan y/o no encuentran orejas que los escuchen, lo que los lleva a formar un collage sonoro, que los hace incapaces de comunicar el volumen de información que manejan, estos personajes se autoafirman tomando posiciones constantemente.

Por las complejas condiciones en las que desarrolla su obra, Melo se convierte en un «cronista del discurso público”, y apuesta por un efecto de reconocimiento por parte del espectador, que no se desinteresa de la historia, pero tampoco se compromete, la prueba es que muchos gags no funcionan y otros no tienen un efecto franco en la sala.

Si de una parte se puede distinguir una posición crítica del autor, ésta se queda tan difusa como el material criticado, lo que limita el discurso a un rol descriptivo de una realidad, y donde el lenguaje no deja espacio a ninguna otra alternativa.

Las grandes verdades, la desesperanza y el instinto de supervivencia en medio hostil, fomentan el egocentrismo de esos personajes; su escasez de nexos está recubierta por una cháchara incesante, pero elocuente, o sea, que estos personajes no dicen mucho, pero lo que dicen lo dicen bien.


Sarraín adora la nueva dramaturgia contemporánea, donde los parlamentos de los personajes, las indicaciones de la puesta en escena, los efectos de fragmentación y los discursos, se alternan y entrecruzan imperceptiblemente.

Pero esto conmina al director a establecer su discurso, su posición como creador, y no a limitarse al mero rol de traductor escénico, de lo contrario estamos en la antítesis de algo innegable: la nueva dramaturgia contemporánea necesita de una nueva puesta en escena contemporánea.

No se puede montar la nueva dramaturgia contemporánea con los mismos cánones que se montaban las obras hace diez o veinte años: más allá del contenido, éste es el nuevo intríngulis de la traducción escénica contemporánea.

En lo adelante Sarraín tendrá que resolver solito una cuestión capital: ¿Debe el texto ser (com) prendido como parte de un suceso teatral mucho más grande, en el que la literatura dramática no sea medida a su contenido literario?

Por lo pronto Miami debe saludar este nuevo y exitoso estreno teatral, porque también constituye el resultado de un gesto mayor de Lily Rentería, que no sólo es una personalidad de referencia en nuestra escena por su labor de intérprete, productora y maestra, sino por este rol de mecenas teatral que la acerca a la inmortalidad.

Tal como la vida misma, "Talco" es una versión de la realidad cubana: descarnada, efectiva y conmovedora, de la que nadie saldrá indemne.

Felicidades a todo el equipo y muchas gracias.