Sunday, July 5, 2009

Corrupción de mayores


Miami entero está hablando de la noticia.


La relación amorosa entre un menor de edad y una maestra de su escuela religiosa.


La mujer, de 32 años, es maestra de sexto grado y el niño tiene 15 años.


En esas condiciones cualquiera repite tres veces.


Yo imagino las clases de Geografía.


Niño, tienes que aprender la diferencia entre el monte y las montañas.


La Sierra Maestra tiene montañas, la maestra tiene montes.


A la montaña se sube, al monte se monta.


No es lo mismo sentarte en el Pico Turquino de la Sierra Maestra, que asentarle el pico a la maestra en la silla turca.


No es lo mismo la Sierra Maestra que la sierra de la maestra.


No es lo mismo la Sierra Maestra que el cierre de la maestra.


Ni es lo mismo Sierra Maestra que abre, maestra.


Y no quiero pensar en las clases de Matemáticas.


La maestra debió repasarle desde el mate asmático hasta el jaque mate.


Allí se hizo experto en la tabla del nueve.


Este muchacho es el único alumno que estudió Matemática y se graduó de metemático.


Y no hablemos de Geometría.


Allí tuvo que aprender la diferencia entre un ángulo recto y un triángulo equilátero.


La pareja es de Hialeah, que, como vemos, es la ciudad que progresa.


O en todo caso que le da pa'lante.


Lo más curioso es que la madre del muchacho lo sabía y no le dio mayor importancia.


La maestra sí le dio al menor importancia.


Este fin de semana se fueron para Disneyworld.


¡Cómo cambian los tiempos, caballeros!


A los quince años yo me iba con mi socio Orlando a jugar pelota escondido de la maestra.


Este chamaco se va para Orlando con la maestra para jugar a la pelota.


Unos dicen que lo que hizo la maestra está bien, otros que está mal.


La maestra dice que lo que hizo el muchacho está bien, y nadie se lo ha contradicho.


Yo digo que todo lo que vaya contra la ley hay que castigarlo.


Ahora, hay castigos y castigos.


¿Hasta dónde la maestra le hizo mal?


¿Hasta dónde el muchacho le hizo bien?


Son cosas que tendrán que tener en cuenta los jueces a la hora de la sentencia.


Hay un viejo proverbio que dice: es mejor tener un delincuente en la calle, que un inocente en prisión.

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