Tuesday, January 18, 2011

Elogio del viaje




Hay gente que adora viajar, otros lo que adoran de los viajes es poder decir “he viajado”.

Se marchan pensando más en la vuelta que en la ida.

El verdadero viaje es el de ida, cuando llegas se acabó el viaje, hoy muchos comienzan por el final.

Dicen que el que viaja solo viaja más rápido.

Yo, que he viajado mucho y solo, sé que el tiempo apaga la pasión por los viajes, a menos que uno haya viajado tanto, que ya se siente extranjero a su patria.

Y es que el que mucho viaja, siempre termina sintiéndose extranjero en su país.

Generalmente se piensa que uno hace un viaje: en verdad los viajes nos hacen o nos deshacen.

Otros piensan que lo que cuenta de verdad no es el viaje, sino el acompañante.

Yo digo que es la imaginación la que nos prodiga los mejores viajes, los más lejanos, los más profundos, los más baratos.

Cuando uno viaja no siempre sabe lo que va encontrar, pero siempre sabe lo que ha dejado.

Cuando uno viaja sin hablar inglés, tiene la impresión de ser sordo-mudo, a menos que vaya a México.

Supuestamente, hoy viajamos para trabajar en el Festival de Teatro de Mérida, pero viajar es un trabajo que se hace solito.

A este viaje me voy con dos maletas, una para dar y otra para recibir.

A fin de cuentas, no desear lo que uno posee, es la mejor manera de poseer lo que se desea.

Viajar me ensenó que nuestra importancia radica en lo que valemos y no en lo que poseemos.

Yo hago teatro por la misma razón que emprendo viajes.

Cuando uno es feliz, viajar no es estar lejos, es estar en otra parte.

Cada vez que viajo, llevo a mi patria en un compartimiento de mi corazón.

La gente que viaja superficialmente a mi país, confunde los abusos con las leyes.

Confunden grandeza con inmensidad, superfluo con superficial, avisos con abusos.

Por eso trato de abrirme cuando viajo, de crecer, de engrandecerme.

Aunque sé de hombres que no necesitan viajar para engrandecerse, porque llevan por dentro la inmensidad.

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