Tuesday, March 1, 2011
Festival del Monólogo de Miami: de incendios y ovaciones.
Impresionar gratamente al público, inducirlo a una standing ovation sincera y no de cortesía, es el sueño de todo actor.
Hay espectáculos que lo consiguen con una impresión de facilidad pasmosa, otros que parecen lograrlo de manera más esforzada, y otros que sencillamente no lo consiguen.
“La vida”, unipersonal interpretado por el joven actor brasileño Alberto Danuzio, es uno de esos espectáculos donde todo parece ser tan fácil y fluido, que la standing ovation que sobreviene al final de cada representación, a pesar de ser de una violenta efusividad, ya se ha convertido en algo esperado.
El brasileño es uno de esos actores que tiene reflejado el triunfo en su cara desde que está calentándose en el camerino, con Danuzio no hay margen a la casualidad, en cada una de la veintena de representaciones que ha dado de “La Vida” ha recibido una andanada de aplausos, vítores y bravos; lo que para muchos constituye una utopía inalcanzable sólo reservada a los grandes de este mundo, para Danuzio se ha convertido en un trámite formal, un algoritmo resuelto con maestría, una victoria por knock-out en el primer round, elegante, indiscutible, arrasadora.
John Chávez es otro tipo de triunfador, en “Eróstrato” impresiona el trabajo de desdoblamiento del intérprete, se siente que detrás del espectáculo ha habido una ardua faena, un largo trabajo de construcción de los caracteres, los movimientos escénicos son más complicados, uno siente tanta fragilidad en lo encarnado por Chávez, que en cualquier instante pudiera ocurrir una desgracia, un advenimiento, un impromptu que echara a perder los planes de los personajes.
El costarricense tiene una fuerza escénica indiscutible, una teatralidad a flor de piel, su voz resuena fuerte y sus gestos son precisos, la emoción lo habita y él luce bien cuando llega el momento de dominarla.
“Eróstrato” está en John Chávez, dulce, trágicamente, como la música en la garganta del ruiseñor aunque no esté cantando.
La ovación que recibe cada noche John Chávez es un acto de agradecimiento colectivo, un reconocimiento tácito hacia un actor que ha dejado lo mejor de sí en el proscenio, allí donde aún no se han enfriado las gotas de sangre, sudor, lágrimas y semen, que marcan la diferencia entre un desempeño de rutina y una brillante actuación.
Paut Williams es uno de esos actores que su trayectoria los pone por encima del bien y del mal. Williams podrá subir a escena a hacer lo que desee, en cuanto se enciendan las luces y el público lo vea, rechinará un aplauso, total y agradecido, como una salutación ante la persistencia de su carrera.
Marcio Conceicao, por el contrario, es un milagro escénico, una aparición divina que nos acaece, una lección de vida, un canto a la entereza humana, una bofetada contra la adversidad, un escupitajo de esperanza contra la soberbia del infortunio.
Marcio Conceicao tiene cosas que decir y las dice en un lenguaje contemporáneo, no le importa si hay espectadores que salen de la sala con ganas de vomitar, su poética es violenta, su estética del extremo es asumida con convicción, gústele a quien le guste y pésele a quien le pese.
“El dado Job” en la carne tatuada y sangrienta de Marcio Conceicao trasciende lo escrito como un testamento para los viejos que seremos, los minusválidos que seremos, los cobardes que podríamos ser.
Asistir a una representación de “El dado Job” de Marcio Conceicao es como estar en la misa de uno mismo, porque se trata de nuestra alma de la que habla el brasileño, es de ella de la que Job no quiere maldecir, porque equivaldría a quitarle la esencia a la mismísima condición humana.
La ovación que recibe cada noche Marcio Conceicao, es la que recibirá Dios el día que logre que en la Tierra, durante el lapso de tiempo que merezcamos, no cunda el dolor y la infelicidad.
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Que hermoso texto Yoshvani, tienes una prosa muy hermosa y una brillante capacidad de descripcion! disfrute mucho leyendo este texto, tanto que me he sentido mal por no haber podido ir a verlos a todos.
ReplyDeleteVen este jueves a ArtSpoken, mi santa, a las 8 y 30 pm. Sera la ultima de la temporada de estos monologos. Un besazo, Yoshvani.
ReplyDeleteEl vervo elocuente de un maestro no lo consagra pero lo acerca al disfrute de la consagracion, y valga la redundancia,es cierto amigo Yoshvani, tiene usted toda la razon, esos monologos, escogidos por usted, reflejan que tambien la seleccion de actores para interpretarlos es una trabajo realizado eficientementecon mucho cuidado y esmero, es por eso que tanto los actores como tu disfrutan de esos aplausos muy merecidos.Siga asi maestro, con estos Monologos, con Sinfonia en Do Mayor y con el trabajo que realiza en su modesto pero importate teatro, Miami tiene otro lugar donde disfrutar de lo bueno lo mejor.!
ReplyDeleteValentín, tú eres mi amigo.
ReplyDeleteNuestra amistad es una religión sin Dios ni juicio final.
Sin Diablo tampoco.
Una religión que no es extranjera al amor.
Una suerte de amor donde la guerra y el odio están proscritos, y donde el silencio es posible.