Wednesday, August 12, 2009

La muerte sonrojada



Faltaban cinco minutos para el final de la sesión, Yes de la Cruz y Fabiola acababan de terminar el último ejercicio.

Había sido una escena muy física, violenta, el personaje de Yes (un extraño joven, mitad niño mitad tonto, que buscaba a su amiga a quien llamaba “Princesa”) había violado al de Fabiola (una joven taciturna que se defendió uñas y dientes, pero que no pudo evitar lo peor), Princesa se había quedado arrodillada en escena, sus largos cabellos negros ocultándole el rostro, sollozando.

Súbitamente, con una transición radical que los hizo salir de sus personajes, pero no de situación, el joven le preguntó a la muchacha si le había gustado, ella respondió que no, entonces el muchacho le dijo: ¿Lo hacemos otra vez?, a lo que la chica contestó asintiendo: “Pero esta vez lo haremos por atrás”.

Faltaban cinco minutos para el final del curso, todos comprendimos que Yes de la Cruz y Fabiola acababan de terminar el último ejercicio, pero nadie osó mover un dedo, nos quedamos así, en apnea, sin aplaudir ni decir palabra, hasta que Yas exclamó: ¡Espectacular!

Los aplausos resonaron franca, entusiastamente, y fueron el colofón de una sesión en la que también brillaron Adidi, Alejandro y Yasbleidy.

Se trataba del ejercicio “El teatro que me gustaría hacer”.

Se trabajaba por pareja, cada equipo debía preparar una escena que se inscribiera en el registro del teatro que le gustaría hacer.

Las técnicas que hemos explorado en este tiempo debían ser utilizadas: resonadores, dicción que acentúe las consonantes explosivas, escritura en el espacio, noción de positivo y negativo, planos, actividad, centro de gravedad, progresión dramática, clímax, objetivo del personaje, medio, obstáculos, conflicto, emoción…

En el ejercicio de Alejandro y Adidi, la joven israelita interpretaba la Muerte, mientras que el clown argentino encarnaba un bohemio, amante de la vida, cuyo objetivo era evitar que la muerte se lo llevara.

De entrada, la relación personaje-objetivo-obstáculo era clara: y el medio que empleó el protagonista para lograr su objetivo se reveló de una eficacia hilarante.

Burlar a la Muerte es un objetivo más que difícil, sobre todo si es una Muerte como la de Adidi: cínica, elocuente, implacable.

Alejandro puso ironía donde Adidi puso cinismo; se defendió con silencio ante el don de la palabra de la joven; y contraatacó con ingenio hasta encontrarle el lado débil a la Muerte.

“Estoy seguro que te gustaría que te tocara las tetas”, la réplica salió seca, bien articulada, y Adidi se tambaleó un segundo, las risas inundaron la sala en un turbión.

Pero lo mejor, el clímax del ejercicio, aún estaba por venir, fue una réplica de Alejandro, una estocada aniquiladora: “Lo que vos necesitás es una buena cogida”.

La Muerte se sonrojó, y le dijo que no tenía muchas ganas de discutir estupideces, que finalmente hoy no era ni el día de su muerte, y se alejó con el orgullo del que sabe que ha perdido una batalla, pero que la guerra tiene la suerte echada.

Adidi supo perder, y eso la hizo brillar.

Saber perder, saber morir en teatro, es con frecuencia sinónimo de inmortalidad, el repertorio está lleno de héroes y antihéroes que mueren y/o pierden.

Es lo que en Dramaturgia se llama obtener una respuesta dramática negativa.

De la misma manera que la obtienen personajes como Cyrano (Cyrano de Bergerac, de Edmond de Rostand), Romeo (Romeo y Julieta, de William Shakespeare) o Vladimir y Estragón (Esperando a Godot, de Samuel Beckett).

Mención aparte para la performance de Yasbleydi en el ejercicio con Yalis.

Yasbleydi utilizó su memoria emocional entregando una larga tirada, en la que un rezo a su ángel de la guarda se mezclaba con el discurso más conmovedor sobre una joven engañada por un vidente.

Yasbleydi dejó venir las lágrimas, sin que éstas se convirtieran en un obstáculo para su interpretación, y el resultado fue enternecedor.

En la primera parte de la sesión habíamos leído la nueva obra del cubano Ulises Cala, dramaturgo que se inserta en las tendencias más actuales de la escritura postdramática.

Difícil imaginar una obra sin personajes, sin título, sin didascalias, sin signos de puntuación, pero se sabe que después de Peter Handke y Heiner Muller todo es posible, y la obra de Ulises fue seguida con atención por unos actores que al final votaron contra.

Yes de la Cruz adoró la obra, poniéndola en el sitial de sus cosas aprendidas este año, al lado de la magnífica “Las facultades” del dramaturgo portoriqueño Aravind Enrique Adyanthaya.

Fabiola confesó que éste era el teatro que le interesaba hacer: algo que sobrecoja, en lo que se apueste a un éxito total o a un fracaso mayúsculo.

Alejandro encontró la obra totalmente depresiva, gris, aunque reconoció el ingenio y la fuerza dramática del autor.

Las muchachas del grupo, con esa sabiduría inherente a la mujer, consideraron que quizás debiéramos empezar con un espectáculo más legible.

Fue una sesión intensa, en la que el tiempo se nos acabó justo cuando el hierro de la imaginación estaba al rojo vivo.

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